El tenista murciano derrota a Jannik Sinner por 6-7, 6-4 y 7-6 conquista el ATP 500 de Pekín.
GREGORIO LEÓN
De Villena a Pekín. Del Challenger al ATP 500. Hace cinco años eran unos pipiolos. Hoy honran al tenis en cada duelo, elevándolo a la excelencia, sublimándolo. Carlos Alcaraz y Jannik Sinner concentraron todas las miradas, una vez más. Y en cada golpe, en cada volea, en cada derechazo... homenajearon al deporte que aman desde que eran niños. El mundo asistió a otra exhibición de los mejores. Como un Nadal-Federer en tiempos de inteligencia artificial. Puro deleite en un litigio que presagia diez años de felicidad. Y que deja coronado como nuevo emperador a un hijo de El Palmar, con el mérito añadido de una remontada. Es su tercera victoria consecutiva ante el italiano. El balance total deja un 6-4 a su favor.
El primer punto ya fue una declaración expresa de intenciones de Carlos Alcaraz, confirmada en los tres siguientes. 0-40 y opción prematura de break. Da igual que se levantara Sinner, salvando el escollo. Aparecieron más en el camino, y a la cuarta tentativa, apareció el quiebre. Carlitos, alternando los golpes de revés y de derecha, siempre tenía respuestas a los saques dubitativos, poco dañinos, del italiano. Pero un número 1 lo es también por su capacidad de resistencia. Y a pesar de tener un 5-2 desfavorable, al resto Alcaraz, de ir por detrás en el 'tie-break', salvó cuatro bolas de set para hacerlo suyo. El tenista de El Palmar erró en los momentos clave. Otra muerte súbita que le sale cruz.
Nueva manga. Y dificultades multiplicadas. Por delante, con el viento de cola impulsándole tras asegurarse ya una porción de victoria en el primer capítulo, Sinner tenía buenas cartas en su mano. Pero hay un juego que hizo de gozne, el octavo. Servía Alcaraz. Restaba Sinner. Y así anduvieron, mandándose mandobles, sin piedad, jugando al límite, exhibiendo por qué son los mejores del circuito. Buscaban en el cajón los golpes de siempre, improvisaban soluciones, se retaban en cada bola. Y por fin, después de largos minutos, el jugador de El Palmar pudo llevárselo. Eso lo recargó las pilas para atreverse a hacer un break en el siguiente, y alzar los brazos de ganador parcial con su saque. Alcaraz recuperaba el volante.
Pleno de confianza, cada vez más seguro con su derecha, Alcaraz apretó el acelerador en el set definitivo. Y rompió el servicio para ponerse por delante con un 2-1 prometedor. Había que seguir picando piedra. Pero no tanta. Hasta a un tenista robótico como Sinner, que parece invulnerable, que todo lo devuelve, con el semblante inalterado, le empezaron a entrar las dudas. Y aun así, con la resiliencia connatural a él, volteó el marcador y llevó el desenlace al 'tie-break', donde sus porcentajes este año andaban por encima del 80 por 100. Dos 'mini-breaks' parecían darle el partido. Pero con Carlos Alcaraz nunca se sabe. Siempre es capaz de lo más difícil. El murciano gobierna China.